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De la angustia a la esperanza

01 de Enero de 2023
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Blog1 alejandro Poiree de la angustia a la esperanza

Conversar sobre el mundo se ha convertido –quizá como nunca antes– en abrir una ventana a la angustia. No se trata solamente de México. Acá hace más de diez años circulaba un libro de ensayos elocuente y doloroso: “El México Indignado”. Pero hoy, en las sociedades de todo el hemisferio, quizá de buena parte del mundo, se reproduce el mismo fenómeno: en los chats del trabajo o la familia, en las redes sociales de las amistades, las noticias de la televisión y el radio, las conversaciones en el transporte, es difícil eludir temas de desesperanza y preocupación: el alza de los populismos autoritarios, la inseguridad, el calentamiento global, la falta de acceso a la justicia, la desigualdad, la violencia contra las mujeres, la corrupción, y por si fuera poco, la guerra, la inflación, etc.

Vivimos una suma de fenómenos que coinciden en el tiempo y –en parte por la extraordinaria interconexión de nuestras sociedades dado el avance de la propia globalización– han traído consigo tiempos especialmente turbulentos. La aceleración exponencial del cambio tecnológico sigue transformando sustantivamente –para toda la humanidad prácticamente– cómo y de qué vivimos, cómo nos relacionamos, cómo tomamos decisiones colectivas, e incluso lo que consideramos correcto e incorrecto. Estas alteraciones ocurren además después de tres décadas de mejoras más o menos generalizadas en el nivel de vida e ingresos de la enorme mayoría de la población, y a la par que la promesa de la globalización de finales del siglo pasado ha dejado de ser tal.

Hoy vivimos en un mundo crecientemente desigual, donde en lugar de la promesa de una “ciudadanía global” que restauraría los inconvenientes causados por el exceso de velocidad de la globalización, lo que tenemos es una suerte de reconfiguración regional en un mundo multipolar, en donde –al igual que en la primera mitad del siglo pasado– los liderazgos políticos populistas, represivos, iliberales, van ganando terreno en todo el mundo. Además, daría la impresión de que la atención de los grandes retos globales ha tomado segundo plano ante la urgencia de la sobrevivencia geopolítica de corto plazo.

Y es tal la profundidad del cambio tecnológico, y tan importantes los cambios simultáneos en la economía, el medio ambiente, la política, la demografía e incluso los valores de nuestras sociedades, que lo que viene se antoja incluso más complejo de lo que hemos vivido hasta ahora. A la angustia que nos provoca casi cualquier tema público contemporáneo, quizá debamos sumar la incertidumbre creciente sobre el rumbo posible o incluso sobre las condiciones en las que ese rumbo podrá construirse. 

La pregunta esencial de las sociedades contemporáneas, es, de hecho, cómo lidiar con esta enorme complejidad e incertidumbre –en un sistema económico y político que se ha mostrado ya bastante incompetente para ello. La solución de los autoritarismos es conocida: polarización, simplificación y exclusiones. La de sus némesis elitistas –quienes por su pretendido status o credenciales presumen tener un mayor derecho a decidir– también lo es: ustedes no saben, háganse las cosas como lo digo yo. Y en ese ciclo de populistas que insisten todos los días que las élites (intelectuales, económicas, etc.) solo tienen como propósito abusar del pueblo enfrentados a opositores que le siguen recriminando a la gente que vote por liderazgos presuntamente ineptos, lo único que se pierde con certeza es la posibilidad de construir un diálogo de alternativas respetuoso de las personas y su inteligencia.

La salida a este falso dilema se compone de varios elementos. Primero que nada, de una plataforma académica de excelencia. De un conocimiento multidisciplinario y riguroso que nos permita atender integralmente la enorme complejidad de los retos que enfrentamos, entendiendo sus causas, diseñando intervenciones para darles solución, y tomándonos en serio tanto la incertidumbre en que operan casi todos los sistemas contemporáneos, como las realidades políticas que hacen viables o no distintas alternativas. 

Pero el conocimiento –incluso el que no es dogmático ni unidimensional– no basta para construir un diálogo que nos saque de la desesperanza. Es indispensable una visión de liderazgo que evite asimismo la arrogancia de quien dice saber o poder más que los demás.

Es posible formar líderes que, en lugar de intentar imponernos sus opiniones o preferencias, asuman un compromiso genuino con la construcción colaborativa de oportunidades compartidas más allá de los recursos controlados. Es decir, que desde una perspectiva de humildad tengan la capacidad de redefinir los problemas a partir de un enfoque colectivo, para en función de ello crear soluciones más justas, más rápidas, más eficientes a los problemas. Eso es lo que implica el emprendimiento público: reconocer la complejidad y la incertidumbre de las realidades que enfrentamos, acercar el mejor conocimiento científico disponible para entenderlas, echar mano de los mejores recursos tecnológicos disponibles, y hacerlo todo desde una convicción pluralista.

Dadas estas condiciones, en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública, conversar sobre los retos contemporáneos se ha convertido también en una fuente de esperanza. Nuestra visión viene desde luego del compromiso del Tecnológico de Monterrey con el liderazgo, innovación y emprendimiento para el florecimiento humano.

Pero no existe en un vacío: recoge y reconoce el enorme talento, compromiso, confianza y convicción de miles, millones de personas por enfrentar este mundo lleno de complejidades y de retos y de hacerlo mejor. Es reflejo de las capacidades intelectuales y las vocaciones de servicio de nuestras y nuestros estudiantes, nuestras egresadas y egresados, nuestra facultad, y nuestros aliados en los gobiernos, la academia, los movimientos sociales y políticos, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil, los organismos internacionales y las distintas colectividades.

Desde nuestra Escuela, aspiramos a ensanchar esa plataforma desde donde las personas construyan el liderazgo indispensable para transformar un mundo lleno de retos en un cúmulo de oportunidades, de prosperidad compartida, de acceso a derechos, de justicia para todas las personas, y de sostenibilidad armoniosa desde un sustento democrático. En un espacio para juntas, juntos, formar el futuro.